martes, 25 de octubre de 2016

ABSCESO EN NIÑOS

Un absceso aparece cuando el sistema inmunitario quiere combatir la infección en un área del tejido. Los glóbulos blancos se mueven por las paredes de los vasos hasta llegar al área de infección y se almacenan en el interior del tejido dañado. De esta manera se forma una cavidad llena de pus, que es un conjunto de bacterias, glóbulos blancos vivos y muertos, líquidos, tejido muerto y otras sustancias extrañas. Este pus causa inflamación e hinchazón de la zona, provocando dolor.
Los niños son propensos a tener abscesos porque es menos probable que se limpien bien y se cuiden los cortes y otras heridas. Cuando se inicia una infección, la zona que está alrededor del absceso está roja, caliente y pueden supurar líquido. Con el tiempo se reblandece y si esto no se trata, el pus sale al exterior o interior a través de una fístula. Los lugares más comunes son la piel, área subcutánea y dientes. Los abscesos pueden estar causados por bacterias, parásitos o sustancias extrañas que quedan  en el interior de una herida. Los abscesos en la superficie de la piel pueden parecer una herida no curada o un grano. En el área subcutánea se asemeja a un bulto inflamado, produciendo dolor y sensibilidad en el lugar afectado. En los casos más graves, la infección puede provocar fiebre y escalofríos.

El tratamiento puede ser muy variable. Normalmente un absceso se trata con un antibiótico, aunque si es simple no es necesario. En los casos más graves se necesitaría una intervención quirúrgica. Los abscesos en la piel son visibles y se evita tocarlos, presionarlos o apretarlos para que la infección no se propague a otras partes del cuerpo. Los que se encuentran en otras áreas pueden estar ocultos y dañar tejidos y órganos.

Para prevenir la aparición de abscesos se aconseja una muy buena higiene para evitar las infecciones. Se debe mantener las heridas limpias, secas y cubiertas para protegerlas de gérmenes.

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